jueves, 8 de enero de 2009

Deus ex Machina


Quisiera poder escribir aquí palabras que lograrán vaciarme entero.
Entiendo que esta dualidad me está matando,
También entiendo que es posible salir de acá.  

Busco las luces de los faros en las costas,
En las costas de mi mismo,
En ese ser inmutable que jamás muere.
Las empañadas luces de los faros se hacen apenas perceptibles.
El vértigo de mi cuerpo me mantiene paróxico,
Y ahora que pareciera no tener más fuerzas, me entrego,
No por cobarde, al contrario;
Porque se me cansaron los miedos,
Y las palabras dejaron de tener significados.  

Mientras el materialismo se pudre y se hace polvo,
Igual que nuestro cuerpo,
Veo a una humanidad que despierta,
Lentamente y junto a mi.
Entonces se abren los horizontes
Y puedo pensar que la vida es bella;
Cómo dijo mi madre,
conectada a un respirador y la cara radiante;
"Sí, la vida es bella". 

Quiero ser todo al mismo tiempo
Y olvidarme de este personaje en busca de importancia. 
Quiero amarte no porque te necesite, 
Quiero amarte porque amar es lindo, 
Porque amar nos bendice como hombres 
Y nos llena de gracia.  

Me siento un viajero intergaláctico
Atrapado en esta dimensión, 
Como una especie de hombre eterno
Atrapado en la telaraña del tiempo;
Inducido en la narcolepsia del arácnido veneno.

Esperando el “Deus ex Machina”
Te miro y me aquieto,
Busco mi centro, me olvido de todo,
Y entonces me lleno de vida
Y comprendo lo que significa ser un hombre.  

Aprovechemos esta coincidencia en el espacio/tiempo.
porque volar contigo se convierte en posible,
porque llegar a lo impensable se vuelve pensable.

Hagamos una tregua y dejemos los miedos afuera,
A mi también me molestan,
Pero de seguir con ellos se detiene la vida.
Hagamos esta tregua y comencemos a vivir,
Mostremos la magia al mundo,
Mostremos que en la locura también está la sabiduría.



viernes, 2 de enero de 2009

Eso soy

Soy una de esas personas extrañas, de esos que miras y no sabes de dónde son. Soy un hombre confundido que ahora deja la inercia del pensamiento. Desprendido de mi mismo, porque atravesé las fronteras débiles de mi persona y no encontré nada. Entonces busqué importarme, luego me importé, me odié, en un minuto desaparecí hasta del espacio. Estuve lejos, tan lejos como donde el dolor de las entrañas paróxicas derrite tu piel, luego tus viseras y entonces se te desgarra el alma. Te desintegras, tu vida no es más que una centrifugadora que no sabe cómo parar. Los miedos parecieran ser las llamas del mismo infierno, la culpa el verdugo del sacrificio.

Pero entonces llegas al final del hoyo, el límite donde termina lo oscuro. Entonces te das cuenta que todo se desintegra, se deshace, pierde importancia. Y pese a todo sigues existiendo, limpio, inmaculado, brotando de la fuente misma.

Caes en cuenta que eres menos importante que una simple historia de ficción, de esas que tarde o temprano te toparás y te hará sonreír.

No es por fuera que nos encontramos como seres humanos, es por dentro que llegamos a entender que ser parte de este espacio/tiempo, es como ser amorosos dioses descubriendo el paraíso.

Estamos dañados porque cuando niños se nos condicionó el amor, porque aprendimos a buscarlo afuera y no entendimos que el amor somos nosotros mismos.

Amor atrapado en la oscuridad de nosotros mismos, tratando de germinar como lo hace la semilla en las oscuridades de la tierra.

Ahora entonces, tranquilo y quieto, me siento bajo la sombra de las parras y divago en las últimas y agrietadas fronteras de la mente.

NO VOY NI VENGO. SIEMPRE HE ESTADO Y SIEMPRE ESTARÉ. LA IMPERMANENCIA DE LA VIDA ME DELATAN COMO LA EXISTENCIA PRIMARIA, LA QUE JAMÁS MUERE, LA QUE LE DA EL ALITO DE VIDA AL HOMBRE.