jueves, 25 de septiembre de 2008

Camino Bendito

Vengo de algún lugar que no podría denominar y voy hacia otro lugar igual de indenominable. Estoy acá, en un lugar aún más indenominable pero que de alguna u otra forma lo puedo sentir. Los cuestionamientos alcanzan respuestas  que rápidamente se contradicen y entonces pierden cualquier tipo de valor. A veces la vida pareciera ser muy dura, otras veces sólo un juego capaz de enredarme. Es de noche, luego de día, llega el sol, se va, aparecen las estrellas y la luna, todo lleva un ritmo circular. A veces siento como si no estuviera en este lugar y otras veces siento como si estuviera en todas partes.

Hay cosas que duelen, y mucho. Pero extrañamente desde el punto de vista mismo del dolor todas esas cosas parecieran desintegrarse y perder cualquier tipo de valor.

La oscuridad pierde su valor siniestro pero es capaz de arrastrarme como un tirabuzón hacia un abismo sin retorno. Entonces aparece la luz como destello de realidad aparente, donde las cosas son y donde también existo.

Pienso en que las cosas manifiestas en algún momento deben haber sido inmanifiestas y luego para tener el valor de inmanifiestas es necesario que hayan sido manifestadas al menos por la mente.
Soy conciencia justo en el medio, donde lo manifiesto y lo inmanifiesto no pueden ser significados, donde la luz y la oscuridad ya no se tocan.

Quizás la literatura y sus palabras me extravían, quizás le he dado mucha importancia al juicio de las cosas de la vida y se me ha estado olvidando vivirla. Entonces me pregunto ¿Cómo hacer para abandonar los juicios de la mente, teniendo claro que no sirven para vivir la vida?

Me entrego a la vida y a sus designios y le pido al universo y a sus ángeles que me ayuden a desentrañar la verdad en mi Corazón.

¿Qué son las palabras si los significados dejan de ser importantes? Quizás la fonética de sus letras es lo único que importaría. Tantas palabras, tantos discursos, tantos enredos y cuantas paradojas circulan a mi alrededor, mientras mi corazón es olvidado, y con su olvido mi verdad transigida.

Ya no quiero ser una imagen para nadie, ni buena ni mala. Ahora quiero dejar de ser por fuera y enamorarme de lo que siempre he sido por dentro. Esa verdad que emana preciosamente en el Aquí y el Ahora, y que cuando deja de serlo entonces se convierte en la Mente y todo pierde sentido, deja de ser la Verdad universal desde donde procedo.

Han sido tiempos oscuros, cambiantes y enredados, se me ha olvidado mi nombre, mi hogar y mi Corazón. Ahora lentamente los comienzo a sentir nuevamente, y con esto entender el deleite que significa ser parte de este mundo llamado tierra; de este juego llamado vida.

Es tiempo de vivir Ahora, porque para el más empírico y racionalista hombre lo único sustancialmente real que tenemos delante nuestro, es este Aquí y Ahora, que nada tiene que ver con el pasado y el futuro, que no existen en el tiempo; porque el tiempo no es más que una frontera de la mente. Amo la vida porque es donde me puso el universo, amo la Oscuridad porque me enseñó lo importante que es la Luz y amo la Luz porque sólo en ella puedo desarrollar mi verdad.

Sin felicidad y sin tristeza igual existo, sin luz y sin oscuridad llego al centro mismo donde está mi conciencia. Y es aquí donde me quiero quedar, en esta conciencia desprovista de juicios, en este Aquí y Ahora; lo más concreto que he podido encontrar en este camino sinuoso, pedregoso y bendito. Porque mal que mal es el camino de regreso a casa, al corazón, a la verdad que vive palpitante a cada segundo en cada uno de nosotros, y al mismo tiempo en el universo entero.

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