Uno nace dentro de un mundo donde hay muchas reglas, donde los hombres en vez de preocuparse por SER, en relación a sus corazones, se han empeñado en obedecer a este modelo de hombre que trabaja la mayoría de su vida, ama con sentimiento de culpa muchas veces, y vive agrupado como ovejas porque teme constantemente ser atacado por otros hombres.
Sólo afuera de esto es donde respira la verdad del hombre, sólo afuera de esto se puede ser feliz. Afuera no hay enemigos, porque afuera sólo están los que no quieren guerras, porque afuera tampoco existe la división del hombre, afuera de todo eso se deshacen concretamente todos los miedos.
Entonces se es pequeño entremedio de grandes y todo lo que vamos encontrando, cada día frente a nuestros ojos, es desconocido, asombroso y maravilloso. Pero el brillo del asombro rápidamente es negado por que otras cosas comienzan a ser importantes ahora. Rápidamente se integra en nosotros el deber y el haber social que forma parte de esta cultura occidental, castradora y conquistadora de nuestros orígenes como “hombres de tierra”. El deber y el haber nos logra estructurar, mientras algo en todo esto hace que nos duela el corazón, tan hondo como uno muchas veces no pudiera imaginarlo. “Pero finalmente no importa” porque todos van para allá y “a veces hay que hacer algunos sacrificios”. Así uno crece, convencido que hay que buscar la felicidad siguiendo este “catalogo de instrucciones que ha creado el hombre”. Puedes casarte con una persona que amas, firmar un contrato legal para asegurarte que no te abandonen tan fácilmente, trabajar duro para comprarte una casa y un par de autos, guardar dinero para cuando seas viejo y buscar un buen tipo de Dios que te proteja para que nada extraordinario te vaya a pasar, quizás un seguro también pueda ayudar. Y cuando estés triste y te des cuenta que la felicidad no logra estar más cerca tuyo, toma un catalogo de revista y sueña con que algún día te ganarás un premio de lotería y todo lo que sueñas lo podrás tener. Te compras algo y crees ser feliz por un par de días, luego la misma nostalgia que no cesa, entonces será tiempo de seguir soñando o mejor dicho de "seguir trabajando", "que de sueños no se puede vivir".
Te miras en el espejo y ya no luces como ese joven idealista; ese joven que todavía escuchaba sus latidos del corazón. Tu estomago pareciera haber aumentado considerablemente de volumen y la calvicie, algo que ha empeorado con los años, parece haber entonado el adiós. Uno cree que la calvicie y la gordura fueran parte de la vida sin entender que el problema no radica en una alegoría de tener buena o mala suerte, sino que simplemente es el resultado de cuando el hombre olvidó sus propios latidos y equivocó su camino de humano persiguiendo un modelo de hombre; desvirtuado por el mismo hombre.
Y comenzamos a dormir, no somos capaces de entender que la humanidad se quedó dormida como esclava del materialismo social, y que aunque no seas un buen analista podrás entender que “empoderar” a los pocos que están detrás de todo esto, es el precio de dormir a la humanidad y hacerles olvidar que el universo es basto, que el hombre no necesita trabajar para comer, que ya no se pueden seguir explotando los pocos recursos que quedan, porque de seguir así la propia naturaleza tendrá que reestablecer el orden y romper las ciudades de cemento.
El mundo necesita retornar a su origen, la verdadera humanidad del hombre necesita ser restaurada.
Cuando ya eres más grande continúa la lucha de tener que "ser", de corresponder con ese modelo o simplemente hacerle caso al corazón. Con los años esta lucha parece que se hace más grande y menos incomprensible.
Sencillamente mi corazón era destruido pensando que debía llevar esa conducta de hombre tan falto de libertad, tan gris y tan contaminado con la rabia, la frustración, el falso orgullo y el egocentrismo.
Somos hijos de un universo sin fronteras, somos inmensos. Pero hace tiempo lo olvidamos y ya es tiempo de volver a recordarlo. El corazón reclama y no le hacemos caso, porque ya no somos capaces de escuchar, porque aunque quisiéramos nuestros sueños de vuelta, están guardados en un lugar que no podemos recordar. Hemos construido encima de nosotros una máscara tan grande que nos representa, llevamos interpretando el personaje social de los haberes y deberes por tantos años, que cómo va a ser fácil recordar nuestro corazón, recordar quién verdaderamente somos.
Así despierto un día, con esta claridad llena de certeza. Pero cuando puedes ver esta luz te das cuenta que aún caminas entre la oscuridad de tu mente. Muchos patrones y paradigmas hay en ella. Ahora viene el tiempo olvidar a tantos personajes que habitan en la cabeza y volver a sentir cada latido del corazón; como cuando se era un niño y el sonido de cajita musical replicaba lleno de plenitud y tranquilidad.
Acá estoy ahora, en un bai ven que cada vez es más breve, tratando de llegar al centro, donde no hay movimiento y sólo se siente el corazón.
Mil y una razón podrían destruir mis palabras, finalmente es esto lo que siento como verdad y la verdad que me gustaría compartir con quien lo quiera.
Creo que las ciudades muy pronto se viene abajo, nuevos tiempos llegan para el hombre y es imprescindible fortalecer los corazones y aquietar nuestra mente. Sin líderes, sin leyes, dejando de la lado lo superior y lo santo. Con compasión, Humildad y Moderación es que el hombre puede volver a ser hombre y dejar de ser este humano esclavizado que trabaja la mayoría de la vida para que el de arriba se haga más rico. Con Compasión, Humildad y Moderación no nos olvidamos de nosotros mismos y podemos entender que la felicidad no es algo que se tenga que buscar, sino sencillamente es algo que viene integrado junto a nuestra humanidad.
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