viernes, 18 de enero de 2008

Un Chip llamado ciudad.

El protocolo aéreo lleva el avión en penumbras y te observo como si fuera el narrador omnisciente de esta historia. No vas tranquilo pero tienes cierta calma. Tu mirada va en la ventana, absorbida por las luces de esa ciudad nocturna que lentamente comienza a quedar atrás. Minutos antes y desde el centro mismo de la luces, el avión despega con aires de luna menguada y un frío cielo despejado de invierno. Por la ventana del avión es como si uno se fuera despegando de las luces, de su entorno, de uno mismo. La ciudad iluminada comienza a reducir sus proporciones espaciales lentamente. A medida que el avión se empina como un ave entre la espacialidad infinita del cielo, todo comienza a perder valor y tamaño.  Me gusta sentir la sensación de observar tu expresión facial que parece feliz con el reciente descubrimiento.

Luego de varios minutos la ciudad se ve en su totalidad rodeada por el negro espacio del viaje nocturno. Tu continuas enamorado de la sensación que provoca ver como la ciudad está lejos, fuera de ti, que finalmente tu no perteneces a ella y que no te habías dado cuenta hasta ahora. Es extraño, porque tanto tiempo en la ciudad iluminada y asumías inconscientemente que tu y ella eran lo mismo, tu eras parte de la ciudad y no del inmenso e infinito universo que se abre sobre nosotros.

Te sientes consciente y despierto, quizás no lo habías estado hace tiempo, y ya no estas en la ciudad ni en su historia, estás en un punto que, visto desde estas circunstancias, pareciera neutro, como un limbo donde todo se detiene.

Ahora dejo de ser ese narrador omnisciente y vuelvo a mi cuerpo, sentado en la misma butaca aérea que vas sentado tu, vuelvo a tu cuerpo y volvemos a ser uno, mirando la ciudad transformada en un insignificante punto de luces parecido a un chip de computador.

El avión avanza, en algún momento aterrizará en otra ciudad iluminada y yo seguiré siendo el que observa desde afuera la situación, igual que ahora, entremedio del cielo nocturno y por encima de cualquier ciudad.

"No somos más que lo mismo contado de manera diferente. Pero "alguien por" ahí se esmera en recalcar nuestra individualidad, todo lo distinto que somos frente al resto. Finalmente ese "alguien por ahí" desaparece y me quedo yo con el peso de sostener esa diferencia, inventada por la mente, afirmada dentro de ella y sostenida como una bestia salvaje que defiende a su camada. Ya no quiero sostener lo insostenible, tampoco lo sostenible, todo esto es una mochila llena de piedras, inservibles y pesadas".

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