Despierto con claridad calma, no con ese sentimiento de ansiedad cuando las cosas están bien y uno teme que se derrumben.
Las hojas del Palto se hacen cariño, el San Pedro crece diariamente en dirección al cielo, las violetas desparramadas por el patio parecieran alcanzar un orden en el desorden y las parras nutren los frutos que serán devorados en febrero. Desfilan las orugas, las mariposas, los chanchos de tierra. Serafín aquieta su cuerpo felino tratando de no encontrarse con la fatiga de un día caluroso. Yo también estoy quieto, descubriendo esta magia en el presente y abandonando los pesados fardos de la mente. La quietud vence al calor, el movimiento al frío.
La primavera prepara los frutos y me incita a pensar que me prepara a mi también.
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