Llevo bastante tiempo tratando de conocer los brillos encandilantes de esta ciudad. Me he vaciado entero tratando de encontrarle el sentido al sin sentido. He llegado a oscuridades tan profundas tratando de encontrar veracidad a lo que me enseñaron cuando llegué a este mundo; todos iban caminando hacia alguna parte, parecía lógico avanzar en esa dirección. En el camino alimañas y carne putrefacta; eso sí, guerreros hermanos, desentrañando lo mismo, con la misma inconsistencia de búsqueda, con un corazón fuerte, sincero y una convicción desmedida.
Te busqué por mucho tiempo hasta que me aburrí de hacerlo porque intuí necesario encontrarme a mi primero. No me culpo ni de egoísta ni de cobarde, simplemente que tan lejos de mi mismo sólo encontraba amores ciegos, egoístas y temerosos. Pero mi corazón no era de esas tierras, y de cualquier forma, era mejor alejarse.
Tuve que autoconvencerme que no existías, era demasiado duro llevarte conmigo si no te tenía. Me enredé en el maremoto de los temores, en los abismos de la duda y en el desgarro de la importancia de uno mismo.
Muchas leguas llevo recorridas, pero el tiempo yace en las fronteras débiles de mi mente. Entonces esa voz casi apagada dentro de mi corazón me hace señas, me susurra que no olvide que aún existes y que ya pronto estaremos juntos.
Yo continúo encerrado en esto parecido a una torre, un falo que pronto será destruido. Antes, hubiera esperado que llegaran a rescatarme, ahora sé que es mejor hacerlo por mi mismo. Soy un guerrero que será emperador, emperador que ha de encontrarte, porque ya no quiero más los brillos encandilantes de esta ciudad. Quiero contemplar la magia de los días juntos, y construir los sueños que vayamos imaginando, sin límites, sin restricciones.
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